¿Cómo ayudamos los psicoanalistas al sujeto que sufre el dolor de sus síntomas? ¿qué pintamos los psicoanalistas?
Como psicoanalista, puedo responder esta pregunta con otra pregunta: ¿cómo tratar con cuatro pinceladas, con un flash o con dos trazos esta extensa cuestión?
El mito del paraíso
La relación de adecuación y aparente armonía del mundo animal con su entorno natural, y del feto o el bebé con su madre, han inspirado el mito del paraíso.
Pero el lenguaje y el inconsciente, estructurado como tal, nos hacen ajenos a dicha armonía desde que nacemos, conformando nuestro deseo como permanentemente insatisfecho y, su objeto, inalcanzable.
Los paraísos perdidos nos exilian definitivamente, y es en el desamparo humano cuando se inicia la búsqueda insaciable de ese oscuro e inaprensible objeto del deseo que, supuestamente, nos retornaría al edén inicial.
Dar forma al vacío arrastrados por el deseo
Pretendemos dar forma al vacío, arrastrados por ese deseo, con dibujos, pinturas, letras, símbolos o metáforas, frente a la aventura y a la promesa que ofrece la tela, la página en blanco, la materia plástica, el objetivo de la cámara o la pantalla del ordenador.
Esa causa de deseo que el acto artístico o poético soportan construye un contorno a esa falta de objeto, aunque más no sea con restos, como hace el «arte povera».
La pincelada, la mancha, el color, el trazo, el olor de la pintura o del papel, el tacto tenso de la tela, las letras, el oído, la mirada, dan por fin lugar a la emoción y al goce estético que enlazan al artista con su admirador, hasta la esperanza del próximo cuadro, foto, poema que, ilusoriamente, podrá decir lo que el deseo jamás conforma.
La verdad que nos descubren los artistas
Paul Klee sostenía que:
«el arte no reproduce lo visible, sino que hace visible».
En ese sentido, podemos decir que el artista hace visible, aun sin saberlo, una verdad nueva: los impresionistas, por ejemplo, subvirtiendo la concepción de la realidad; los cubistas, superando la apariencia de la forma al descomponer el aspecto superficial del objeto; los expresionistas, brindando cierta satisfacción pulsional a lo que la mirada pide.
Y han tratado de expresar en los temas de sus obras: el enigma femenino, las encrucijadas del sujeto y su deseo, la angustia creadora, el amor, la sexualidad, la muerte, los fantasmas…
En estos tiempos, en que las tecno-ciencias producen enunciados universales que garantizan la verdad y pretenden ignorar lo imposible, el arte clarifica la verdad particular del sujeto humano en relación con su subjetividad.
Tenemos así que los artistas dan forma al vacío. Por otra parte, los enfermos sufren el dolor del vacío, con sus síntomas, sus inhibiciones o sus angustias.
¿Qué hacemos los psicoanalistas?
Volvemos a la pregunta inicial ¿qué pintamos los psicoanalistas? A diferencia de la tendencia neuro-psiquiátrica actual —que tapa y reniega del vacío con etiquetas diagnósticas, impregnaciones neurolépticas o indicaciones conductistas que automatizan al sujeto— o de las promesas esotéricas y «mágicas», los psicoanalistas analizamos ese vacío en cada sujeto que el paraíso perdido y su exilio consecuente nos dejó.
Contamos con él, no damos forma ni consistencia —como hace el arte— a la falta de ese oscuro objeto del deseo. Pues el acto analítico se sostiene en dicha falta.
Los psicoanalistas invitamos al sujeto que sufre y pide ayuda a:
- enfocar el objetivo hacia adentro para fotografiar su enigma y su laberinto
- revisitar y reescribir, en las páginas de su subjetividad, su propia historia con las letras de su inconsciente
- enmarcar y pintar, como si de un pictograma se tratara, los propios fantasmas;
- asumir el goce de sus síntomas con el que está comprometido
- combatir su desasosiego y defender su deseo
- defender su alegría como un atributo (siguiendo el poema de Benedetti), no el cultivo de la felicidad como ideal imposible, sino la alegría del deseo liberado.
El tratamiento psicoanalítico consigue un cambio en el sujeto, que fomenta, además de su satisfacción personal frente a la vida, el respeto por las diferencias y la diversidad.
Conclusión
Para concluir, diremos que el psicoanalista invita a que cada uno pueda escuchar su propia canción. Nadie mejor que un poeta, León Felipe, para pintar qué pinta un psicoanalista:
«No tiene título ni rótulo a la puerta
No es doctor,
ni reverendo
ni maese…
No es un misionero tampoco.
No viene a repartir catecismos ni reglamentos,
ni a colgarle a nadie una cruz en la solapa.
Ni a juzgar:
ni a premiar
ni a castigar.
Viene sencillamente a cantar una canción.
Cantará su canción y se irá.
Mañana, de madrugada, se irá.
Cuando os despertéis vosotros, ya con el sol en el cielo, no encontraréis más que el recuerdo
encendido de su voz.
Pero esta noche será vuestro huésped.
Abridle la puerta,
los brazos,
los oídos
y el corazón de par en par.
Porque es vuestra canción la que vais a escuchar. «
Texto de Norberto Ferrer
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