Malestares

De los Malestares que detecta la clínica psicoanalítica en la actualidad vamos a hablar en este artículo.

“Tristeza não tem fim, Felicidade sim.” 1

Antonio Carlos Jobim

El malestar en la cultura

Sostiene Freud, en El malestar en la cultura2 (1930), que la aspiración a disfrutar de ese sentimiento subjetivo que es la felicidad tiene dos costados:

  1. por una parte, los seres humanos quieren la ausencia de dolor y de displacer
  2. y, por otra, quieren vivenciar la dicha de intensos sentimientos de placer.

Esta aspiración a la felicidad, escribe Freud, entra en querella con el mundo entero, tanto con el macrocosmos como con el microcosmos:

“…el propósito de que el hombre sea dichoso no está contenido en el plan de la ‘creación’. Lo que en sentido estricto se llama ‘felicidad’ corresponde a la satisfacción, más bien repentina, de necesidades retenidas, con alto grado de éstasis, y por su propia naturaleza sólo es posible como un fenómeno episódico.

Si una situación anhelada por el principio de placer perdura, en ningún caso se obtiene más que un sentimiento de ligero bienestar; estamos organizados de tal modo, que sólo podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado. Ya nuestra constitución, pues, limita nuestras posibilidades de dicha. Mucho menos difícil es que lleguemos a experimentar desdicha.

Desde tres lados amenaza el sufrimiento: desde el cuerpo propio, que destinado a la ruina y la disolución, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de alarma; desde el mundo exterior, que puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas hiperpotentes, despiadadas, destructoras; por fin, a la fuente de sufrimiento social que comporta los vínculos con otros seres humanos.

Al padecer que viene de esta fuente lo sentimos tal vez más doloroso que a cualquier otro; nos inclinamos a verlo como un suplemento en cierto modo superfluo, aunque acaso no sea menos inevitable ni obra de un destino menos fatal que el padecer de otro origen. A tal punto llega la presión de esta fuente de sufrimiento que se culpa de nuestra miseria a la cultura.”

S. Freud, El malestar en la cultura

¿Cómo evitar los malestares?

Agrega Freud que los seres humanos se consideran dichosos si escapan a la desdicha y salen indemnes del sufrimiento, y que tratan de resolver esta tarea por diversos caminos.

Hace un recuento de estos caminos, que son nueve, aunque reconoce que por ninguno de ellos se podrá obtener lo anhelado. 

El primer camino:

Someter la naturaleza a la voluntad del hombre, trabajando con todos para la dicha de todos. Hoy, la utópica voluntad unánime para aprobar el Protocolo de Kioto – sobre el control de la contaminación de la atmósfera terrestre- hecha “por tierra”la “dicha de todos”.

Segundo:

Precaver el sufrimiento influyendo sobre el propio organismo, por ejemplo, con sustancias químicas que procuren sensaciones placenteras o narcosis, como sustancias embriagadoras (quitapenas) que consiguen obtener una rápida ganancia de placer y además una anhelada sensación de independencia respecto del mundo exterior —como ocurre en la manía.

Continúa Freud que, así como la “satisfacción pulsional equivale a dicha, así también es causa de grave sufrimiento cuando el mundo exterior nos deja en la indigencia, cuando nos rehúsa la saciedad de nuestras necesidades”.

El obsesivo intenta por el camino de la inhibición y de los síntomas liberarse de la tensión pulsional, del deseo, la angustia y el malestar que estas presiones generan, buscando enseñorearse inútilmente sobre estas fuentes internas y obtener así un dominio y un sosiego.

Tercero:

Plantea como imposible, una satisfacción irrestricta de todas las necesidades, pero que “ello significa anteponer el goce a la precaución”. Aquí Freud sugiere un desarreglo no contingente, sino esencial de la sexualidad humana, entre el placer, el goce y la represión.

Cuarto:

Adoptar métodos cuyo propósito sea la evitación del displacer, por ejemplo, “una soledad buscada, mantenerse alejado de los otros”. Aunque esta solución es utópica ya que el hablanteser cuando está solo continúa hablando, “continúa habitando el lenguaje” y “es el lenguaje el que piensa”3.

Quinto:

Es el que Freud propone para la defensa contra el sufrimiento lo obtienen los desplazamientos libidinales, como la sublimación de las pulsiones, obteniendo una fuente de placer compensatorio por el trabajo psíquico e intelectual. 

Sexto:

Es la satisfacción a través de ilusiones del ámbito de la fantasía. 

Séptimo:

Es la transformación delirante de la realidad para crearse un seguro de dicha contra el sufrimiento. Freud caracteriza como tal delirio de masas a las religiones de la humanidad, que siempre terminan enfrentando el sufrimiento y la necesidad de consuelo del creyente a los “inescrutables designios de Dios”.

Octavo :

Es la búsqueda de la felicidad “en el goce de la belleza donde quiera que ella se muestre a nuestros sentidos y a nuestro juicio”, aunque le reconoce Freud a esta actitud una escasa protección contra la desdicha de la vida.

Noveno :

Es el que sitúa al amor en el punto central y que espera toda satisfacción en el hecho de amar y ser amado, aunque la aspiración a la dicha duradera se precipita cuando se pierde el objeto amado o su amor.

¿Qué dice Lacan?

Lacan es más radical en este tema: afirma que el amor sólo hace suplencia de la relación sexual (que no existe) y que el encuentro amoroso es un encuentro intersintomático. Una relación de ser a ser no es una relación de armonía: “el verdadero amor desemboca en el odio”.

Y del goce nocivo y maligno habla Freud cuando resalta la tendencia al dominio y la aniquilación del otro. Y sostiene que :

“el hombre trata de satisfacer su necesidad de agresión a expensas del prójimo, de explotar su trabajo sin compensarlo, de usarlo sexualmente sin su consentimiento, de desposeerlo de sus bienes, de humillarlo, de infligirle sufrimientos, de martirizarlo y matarlo”.

Sigmund Freud

En este contexto, podemos pensar con Lacan que los problemas de conciencia son problemas del goce. 

La búsqueda de la felicidad y la armonía inalcanzables será la demanda fundamental que hace el paciente al analista y de la que siempre quedará decepcionado.

No en vano Freud caracterizó la profesión del psicoanalista como una de las tres profesiones imposibles, junto a la del maestro y la del político.

El lenguaje

La idea de armonía en la relación del sujeto con sus objetos queda descartada desde el principio, tanto para Freud2y4 como para Lacan5, en la teoría y práctica analítica.

La entrada del hablanteser en el lenguaje desampara y exilia radicalmente al sujeto de ese objeto primero: la Cosa “materna”, el Otro real originario, objeto absoluto imposible de alcanzar, con el cual creerá hacer un todo solamente de forma imaginaria, en el afán de compensar esa nostalgia infantil de la separación de la madre protectora.

El lenguaje invalida la posibilidad de ese supuesto goce ilimitado de “Ser-Uno-con-el-Todo”.

La privación, la frustración y la castración, condensadas por Freud en el fantasma fundamental planteado en Pegan a un niño6, afirmarán esa desarmonía y malestar radical entre el hombre y la naturaleza.

Este malestar original y estructural generado por el lenguaje hace que el sujeto se consagre al deseo, es decir, a la búsqueda sin fin del objeto que cree que le falta y que atrapa, tan sólo por la cola7, en su fantasma.

Lacan apostilla que no hay otro malestar en la cultura que el malestar del deseo: 8 un deseo estructuralmente insatisfecho y por tanto anhelante de objetos en un camino de desplazamiento enriquecedor sin fin, el deseo, del que Spinoza dijo: es la esencia del hombre.

El deseo

Sin embargo, el deseo puede alterar su modus operandi, como ocurre en los siguientes casos y tipos de deseo:

  • el deseo enfermo de insatisfacción mortificante en la histeria;
  • el imposible, incluso a veces de una mínima realización, y constantemente amenazado de supuesta desaparición en la neurosis obsesiva;
  • el prevenido hasta el agobio en la fobia; el deseo alienado y dislocado en las psicosis;
  • el deseo, prisionero de la voluntad de goce, en la perversión. 

Desenmascarado tanto en la comedia como en la transferencia psicoanalítica, el deseo inconsciente será el objeto de trabajo del psicoanalista, así como también será trabajo del “deseo de psicoanalista” sacar a la luz las hiancias del inconsciente y del goce singular, fantasmático y sintomático que gobierna a cada sujeto. 

Todo lo que se edifica entre los humanos está construido, fabricado, fundado sobre el lenguaje.

Subrayamos el poder de las propiedades del lenguaje para el psicoanálisis, ya que los medios de la cura son los de la palabra, el inconsciente es efecto del lenguaje, la pulsión es del orden de un montaje gramatical y la neurosis se deja descifrar como una concreción literal.  

Los efectos del lenguaje

Debemos diferenciar, entonces, los efectos del lenguaje de cada sujeto, de los efectos del discurso colectivo de la cultura.

Los tres efectos del lenguaje del sujeto citados:

  1. el inconsciente (estructurado como un lenguaje y expresión del significante en acción),
  2. la transferencia (como la puesta en práctica del inconsciente) y
  3. el goce singular, fantasmático y sintomático, responden al hecho estructural del ser hablante, no los causa la cultura y por tanto no pueden desaparecer.

Así como el Romanticismo hacía decir a Bécquer: “mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía!” 9, podemos decir: mientras exista el lenguaje habrá inconsciente, suposición de saber a un sujeto y goce singular

Pero a diferencia de lo que Bécquer escribe en su Rima IV: “Podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía”, son necesarias la existencia y la presencia de un psicoanalista, para que estos efectos del lenguaje se evidencien.

El psicoanalista

El psicoanalista es el “responsable del inconsciente”, como sostiene Lacan. Dirige el análisis y ocupa el lugar de semblante de objeto (a) que causa el deseo del sujeto analizante ($).

El psicoanalista también ocupa el lugar del saber inconsciente (S2) y puede responder al rasgo unario (S1) —que se manifiesta en los síntomas y las formaciones del inconsciente— del sujeto analizante, pudiendo éste acceder así a su verdad: un saber sobre su deseo y su goce singular.

Sin embargo, el analizante es el producto de un discurso: el discurso analítico.

Un discurso muy singular, dado que es el único que tiene la posibilidad y la función de desentrañar, de despejar y de liberar los efectos del lenguaje citados: el inconsciente, la transferencia y el goce.

Además, el discurso analítico tiene la posibilidad y la función de desenmascarar la alienación del sujeto al discurso cultural. 

Metáfora del trabajo analítico

Jorge Luis Borges escribe una historia que podría metaforizar el trabajo analítico. Se titula “Historia de los dos que soñaron” 10.

Se trata de un hombre egipcio que sueña con un hombre que, sacando una moneda de oro de su boca, le dice: tu fortuna está en Persia, vete a buscarla.

El egipcio emprende el viaje a Persia y luego de atravesar diversos obstáculos, entre los cuales figura el hecho de recibir unos azotes (recuerdo aquí el trabajo de Freud “Pegan a un niño”), encuentra a un capitán al que le cuenta su sueño.

El capitán le revela, a su vez, que ha soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, bajo la fuente de cuyo jardín había un tesoro.

Después de esta vivencia transferencial, el egipcio regresa a su patria y a la casa que heredó de su padre.

Allí, bajo la fuente de su jardín (que era la del sueño del capitán), desentierra un tesoro que siempre estuvo allí y del que el egipcio sólo puede disfrutar después de su azarosa aventura.

En esta historia de Borges, el sujeto busca en el Otro (que siempre es extranjero) el saber y la respuesta sobre el sentido de sus sueños.

En el proceso de búsqueda se encuentra con la privación, la frustración y la castración del Otro; se enfrenta con el deseo del Otro y descubre que la riqueza de su propio deseo y de su modalidad de goce se halla en él mismo y en el patrimonio que recibió de su padre. 

Los efectos del discurso cultural

El discurso es una forma colectiva de gestionar los efectos del lenguaje y, a su vez, los efectos de ese discurso colectivo-cultural enmascaran, tergiversan y obturan los efectos del lenguaje.

¿Qué consecuencias puede conllevar el cambio de cultura en la historia?

Pueden cambiar las disposiciones, los modos de producción, las manipulaciones del elemento de goce.

También puede cambiar el interlocutor que responde a la demanda y a la transferencia de los sujetos. A la tradicional religión, que remite todo el sufrimiento al Otro trascendente, se agrega la ideología de la ciencia que ya no convoca al Otro divino ni al sujeto, forcluyendo al sujeto y al Otro.

Porque ahora los profesionales de la salud “saben y pueden” responder sobre lo que está bien o está mal, sobre lo que conviene o no para obtener el bienestar de todos.

Nuevas etiquetas

Nuevas etiquetas, nuevas recetas, nuevas soluciones para que, aparentemente, nada falte, con la promesa de la anulación del malestar, el sufrimiento y la culpa, con drogas o fármacos diversos que distraen y alienan, anulando la subjetividad y potenciando lo imaginario.

Pero la interrogación insiste en las manifestaciones de angustia, en los síntomas, en la inhibición, en la tristeza y el aburrimiento, en el fastidio y la pesadumbre, en las crisis de pánico, en los pasajes al acto, en los actos perversos, en los trances delirantes, en adicciones diversas, en la anorexia, la bulimia, etc.

El cambio de cultura puede modificar las formas de las identificaciones y del goce sintomático. El significante amo (inherente al hecho de hablar), que representa a cada sujeto uno por uno, ha perdido su función de ideal o de semblante colectivo.

Esta función colectiva se encuentra ahora del lado del plus de gozar 11.

Normatividad del goce

Uno de los efectos del discurso de la cultura es la normatividad del goce en cada época o período histórico y cómo se producen cambios en lo referente a las prohibiciones: por ejemplo, en la actualidad el goce perverso está más permitido y asumido que en otras épocas. 

A falta de las prohibiciones de un gran Otro consistente que indique las normas de lo que está permitido y es deseable (como ser social, como hombre, como mujer, etc.) y a falta de ese Dios que ha muerto y a causa del resquebrajamiento de los ideales históricamente constituidos (el honor, la fidelidad a la palabra dada, la dignidad, el respeto a la experiencia de los mayores, la honradez, etc.) las normas imaginarias toman la iniciativa.

Los ideales

Los ideales son ahora variados, múltiples y están fragmentados. Ocupan su lugar normas imaginarias que toman como modelo las figuras de éxito del ámbito social, las cuales se transforman en inductoras de normas, a cuyas exigencias el sujeto se siente a veces incapaz de responder.

El ideal del éxito o el “síntoma” del fracaso expresan una nueva polarización social entre supuestos “ganadores” y supuestos “perdedores”.

(Por ejemplo, el fracaso escolar en los niños frente a las cada vez más tempranas exigencias de la educación, o el fracaso laboral con los nuevos y efímeros contratos basura que no permiten el desarrollo y la satisfacción en el trabajo.)

La identificación

La identificación por vía de lo imaginario con las figuras sociales de goce (por ejemplo: artistas, deportistas, políticos, etc.) modifica y fortalece la alienación del sujeto, e interfiere en las identificaciones simbólicas con los semblantes o ideales colectivos, encarnados en figuras que varían en función de las épocas: la mujer, el padre, etc. 

Es lícito pensar que el descenso del prestigio del valor paterno en la época actual  —en tanto el padre es la encarnación de un significante amo— estimula en los sujetos los efectos desatados por el aspecto real e imaginario del superyó, forjados por todas aquellas voces e imagos edípicas que pueblan habitualmente el mundo imaginario del sujeto:

  • los censores severos,
  • los tiranos persecutorios,
  • las brujas devoradoras (muy bien ilustrados por las madrastras) y
  • los ogros de los cuentos infantiles (que tanto emocionan a los niños al sentir interpretados sus sentimientos y fantasías).

El superyó

El aspecto imaginario del superyó, como imperativo insensato, ciego y tiránico, representa al Otro que le ordena gozar al sujeto; es la expresión de la voluntad de goce del Otro, es una figura obscena y feroz que impone una moral opresiva, cuando no destructiva: ¡goza!, sufre y disfruta de tu castración.

No en vano apunta Lacan en Televisión 11 que el superyó es causa del malestar en la cultura. Sostiene Lacan que el superyó es de una economía tal que cuantos más sacrificios se le hacen, tanto más exigente y cruel deviene12.

Ya que el sujeto no puede ocultar a la instancia superyoica la persistencia de los deseos incestuosos prohibidos, el superyó exige al individuo pagar su culpa sufriendo un castigo.

Algunos ejemplos: 

A) Un niño,

sumergido aún en el pozo de embeleso del amor incestuoso materno, cuenta un cuento:

“La luna es mi amada, por la noche mi corazón late; ¡qué guapa es la luna!, por la noche mi corazón late. ¡Ay!, que me caigo en el pozo, que alguien me ayude, ¡socorro!”.

El llamado de auxilio al padre y al aspecto simbólico del superyó que prohíbe permanecer en el amado pozo sin fondo del incesto, se hacen aquí evidentes. 

B) Una analizante

habla de su madre:

“No deja de perseguirme, es una voz permanente que me reprocha, que me tortura. Es un acoso que no me deja en paz, un agobio. Como en un diálogo conmigo misma, le digo: ‘ya lo sé, deja de molestarme, ahora vete’. Pero vuelve. Siempre vuelve. Es una obsesión. ¿Cómo detengo esa voz?” 

C) Una joven de 19 años

hace un pacto de sangre con una amiga, sabiendo que ésta padece de Sida, y se contagia. Este gesto de “amor sin barreras” es la expresión de un goce mortífero, reflejo del goce incestuoso materno.

En este caso, la joven actúa el mandato de gozar del aspecto real del superyó, acompañado de una imago omnipotente, donde el amor y la muerte se confunden en una fusión alienante, en un pasaje al acto fatal.

El aspecto simbólico del superyó, como instancia que prohíbe la ilusión del goce incestuoso, no cumple su función.

D) Un analizante joven

habla de su continua paradoja: “Me sobra tanta libertad como muros construyo a su alrededor, tanta como excusas invento con ingenio y perversidad para no dejarme ser. Yo soy mi propio verdugo, mi propio censor. Lucho por y contra mí mismo.”

El mercado y la sociedad

Los ideales del mercado y de la sociedad de consumo imponen para su subsistencia ideales de goce colectivo que prometen la satisfacción de todos los deseos, incentivando una distracción y una dispersión alienante.

Los ideales de goce, junto al discurso científico, que parece tener respuestas para todo, producen enunciados que garantizan la verdad y suturan la división del sujeto.

Esta sutura precipita al sujeto a un goce que se resiste a ser referido a su propio saber inconsciente, un goce que lo fija a una voluntad de goce alentada a su vez por la exigencia social.

Ignorando lo imposible y lo inconsciente, el consumidor, consumido por la fascinación que provoca la infinidad de objetos para todos los goces, se hace objeto de la voluntad del Dios oscuro del mercado y de sus portavoces: el sensacionalismo perentorio de los medios audiovisuales de comunicación. 13

Malestares y características de nuestra época

Una característica de nuestra época es la cosificación de los sujetos y el fetichismo de los objetos de consumo.

La caída de la función de ideal del significante amo ha desplazado la identificación imaginaria colectiva con el goce parcial, a todos los registros de los objetos parciales.

El goce parcial está más permitido y alentado por la inducción a consumir:

¡consume!, ¡goza!, ¡mira!, y mírate mirarte como un actor más en la sociedad del espectáculo;

¡escucha!, no te pierdas nada del deseo y goce del Otro, que es la voz de la nueva verdad;

¡come!, con gula y bulimia consumidora; y no olvides reciclar tus desechos, los excrementos de la civilización que amenazan volver sobre ti; ¡goza!

La identificación imaginaria

La identificación imaginaria con las figuras sociales de goce generan agrupamientos sintomáticos, que proliferan en la actualidad, basados en rasgos de goce comunes, en rasgos de mismidad.

Como son, por ejemplo: los queers, los punk, los skinheads, los grupos homosexuales, las lesbianas, los fibromiálgicos, los alcohólicos anónimos, los fumadores anónimos, las familias de psicóticos, los grupos de bulímicos, anoréxicos, etc.,

Se vinculan por una solidaridad de un goce similar, aunque diferente de otros modos de goce. Es una especie de identidad por el goce, así se es alguien: el goce hace la identidad.

Quizá esta identificación, imaginaria y cambiante, con las figuras sociales de goce que están sujetas a la constante innovación de las modas, unida a la exigencia de consumir —con la amenaza de la rápida caducidad de los objetos además de su obsolescencia programada— genera actualmente, en las distintas edades del hombre, una uniformidad en la percepción del tiempo.

La clínica

Esto se puede detectar en la clínica en las declaraciones de niños, adolescentes y adultos, cuando aluden a la percepción subjetiva del rápido transcurrir del tiempo.

No obstante, la interrogación sobre el lugar de la sexualidad y de la existencia del sujeto en este mundo insiste.

Insiste en lo real de los síntomas, en la angustia, en la inhibición, y en la infinidad de malestares y síntomas, actuales y futuros, que hacen imposible la robotización humana.

Insiste en el malestar de los psicoanalistas, también sujetos a sus prejuicios y a la presión cultural que actualmente les demanda rapidez, efectividad y éxito. 

El final del análisis del analista, la formación continuada y la puesta en común de los avatares de su práctica —motivo este último por el que celebramos cada año las Jornadas de Clínica Psicoanalítica españolas—, le permiten discriminar los efectos que el discurso cultural puede tener sobre la dirección de la cura y confirman al analista en su apuesta por sostener el deseo de analista y la ética de su acto14

Artículo de Norberto Ferrer


Bibliografía y notas:

1. JOBIM, Antonio Carlos y Vinicius de Moraes: A felicidade (canción de 1959):
«Tristeza não tem fim /Felicidade sim /A felicidade é como a gota / De orvalho numa pétala de flor / Brilha tranquila /Depois de leve oscila / E cai como uma lágrima de amor /A felicidade do pobre parece /A grande ilusão do carnaval /A gente trabalha o ano inteiro / Por um momento de sonho /Pra fazer a fantasia /De rei ou de pirata ou jardineira /Pra tudo se acabar na quarta feira /Tristeza não tem fim /Felicidade sim /A felicidade é como a pluma / Que o vento vai levando pelo ar /Voa tão leve /Mas tem a vida breve /Precisa que haja vento sem parar /A minha felicidade está sonhando /Nos olhos da minha namorada /É como esta noite /Passando,passando / Em busca da madrugada / Falem baixo, por favor /Prá que ela acorde alegre como o dia /Oferecendo beijos de amor /Tristeza não tem fim /Felicidade sim.» Ver la traducción aquí: https://lyricstranslate.com/es/felicidade-la-felicidad.html

2. FREUD, Sigmund: El malestar en la cultura, O.C, vol. XXI, Amorrortu ed., Buenos Aires, 1992.

3. LACAN, Jacques: Conferencia en Lovaina (conferencia pronunciada en la Universidad Católica de Lovaina, el 13 de octubre de 1972).

4. FREUD, Sigmund: Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (31 conferencia).O.C. vol. XXII, Amorrortu ed., Buenos Aires, 1993.

5. LACAN, Jacques: Seminario 4: Las relaciones de objeto y las estructuras freudianas, Clase 2: “Tres formas de la falta de objeto”, 28 noviembre 1956.

6. FREUD, Sigmund: “Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”. O. C., vol. XVII, Amorrortu ed., Buenos Aires, 1979.

7. PICASSO, Pablo Ruiz: El deseo atrapado por la cola, Ed. Proteo, Buenos Aires, 1970.

8. LACAN, Jacques: Seminario 6: El deseo y su interpretación, Clase 23, 3 junio 1959.

9. BÉCQUER, Gustavo Adolfo: Rimas y leyendas (rima IV), Bruguera, Barcelona, 1982.

10.  BORGES, Jorge Luis, “Historia de los dos que soñaron”, Obras completas, Ed. Emecé, SA, Barcelona, 1989 (puedes leer aquí el cuento completo )

11. LACAN, Jacques: “Televisión”, Psicoanálisis, radiofonía y televisión, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977.

12.  LACAN, Jacques: La ética del psicoanálisis, Serminario 7, clase 23: “Las metas morales del psicoanálisis”, 29 de junio de 1960.

13. FERRER, Norberto, “Actos impuros”, Perversiones de la vida cotidiana, XII Jornadas de clínica psicoanalítica,Valencia, 2003. 

14. LACAN, Jacques: La ética del psicoanálisis, Seminario 7, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1988.

Una respuesta a «Malestares»

  1. Maravilloso y enriquecedor artículo que refleja claramente los síntomas de la sociedad actual y evidencia la necesidad de que los analistas sigamos trabajando duro con la palabra y el inconsciente, resistiendo a los embates perversos del sistema.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.