En otro artículo hablamos de la subjetividad femenina; hoy revisaremos la estructuración de la subjetividad masculina.
La separación del niño de su madre, que para el niño es también fuente de su primer amor y su primer deseo, es un largo y doloroso duelo.
Como expresa un analizante: “El arma de madre tiene doble filo: el placer de depender de ella y el horror de quedar atrapado”.
La función paterna
La imprescindible función paterna simbólica, ejercida por una instancia tercera (el padre, el tutor, la propia madre o la cultura misma) corta con firmeza la unidad imaginaria del vínculo incestuoso.
De ese modo, genera desde entonces en el varón la particular inclinación hacia la rivalidad, la lucha y la angustia por la amenaza de pérdida y exclusión. Habitualmente el padre o un tercero encarna para él el rival ganador de esa primera pugna por la madre, la primera mujer deseada y amada.
A partir de dicha experiencia tiende a dedicar de manera divergente el amor posesivo a una mujer, como se lo dedicó a su madre, y el deseo sexual a las demás.
Esto no priva a los hombres, sin embargo, de amar y gozar con la misma mujer, buscando en ella el objeto sexual del fantasma que causa su deseo y su goce sexual.
Saber y poder
A causa de la estructuración de su subjetividad, el hombre necesita medirse con los otros hombres, para constatar —frente a ellos— y demostrar —a las mujeres— que tiene ese saber y poder de “sexo fuerte” que, a su parecer, lo hace entero y lo protege de la pérdida y la exclusión.
Por ello, en el ejercicio de la violencia simbólica, que en el ámbito social ejerce la dominación masculina, así como en numerosas causas de maltrato y crímenes pasionales a las mujeres ocupan un lugar primordial los celos hacia el supuesto rival, y la confusión: “La maté porque era mía”.
La paloma real
Para ilustrarlo, veamos el argumento del cuento La paloma real, de Anthony de Mello, recogido en su libro El canto del pájaro:
Nasruddin llegó a ser primer ministro del rey. En una ocasión, mientras vagaba por el palacio, vio un halcón real.
Hasta entonces Nasruddin no había visto nunca una clase de paloma semejante. De forma que coge unas tijeras y corta las garras, las alas y el pico del halcón: “ahora pareces un pájaro como corresponde”, dijo. “Tu vigilante te ha tenido muy olvidado evidentemente”.
La moraleja del cuento es: “Tú eres diferente, por tanto no estas bien, te pasa algo.”
Los hombres y las mujeres no somos iguales, y esa inaceptable evidencia nos hace pedir peras al olmo. La asimetría entre mujeres y hombres es estructural.
La estructuración subjetiva: ellas y ellos
Ellas buscan como fin ese amor incondicional sin barreras, y en el camino encuentran el goce sexual y los hijos.
Debido a la estructura de su subjetividad, ellos, los hombres, buscan en el goce sexual la reafirmación de su supuesta entereza, con la que conjurar los límites de la vulnerabilidad humana.
Y encuentran en ellas una demanda de amor irrealizable y un goce enigmático y desconocido.
Las dos orillas del río de la vida, la femenina y la masculina, son las responsables de los delicados puentes colgantes que las unen, para intercambiar la alegría y compartir el malestar y el riesgo de una labilidad humana que nos iguala.
También hay que decir que la posición inconsciente subjetiva femenina no es patrimonio de las mujeres ni la posición inconsciente subjetiva masculina es sólo de los hombres: ambas posiciones inconscientes subjetivas se manifiestan en hombres y mujeres.
Los poetas y los místicos hombres, como Juan de la Cruz, ejemplifican esta posición subjetiva femenina.
En la Grecia Antigua mitológica, el ciego sabio Tiresias tuvo una envidiable experiencia: se transformó en mujer y cuando recuperó su sexo masculino reconoció que las mujeres sabían y disfrutaban mucho más que los hombres.
Texto de Norberto Ferrer
En nuestras publicaciones encontrará libros que amplían esta temática, especialmente en el libro de Norberto Ferrer, titulado Psicoanálisis con niños y adolescentes
La homosexualidad es una cuestión de la posición inconsciente subjetiva más del lado femenino?
La bisexualidad cae en el vínculo entre la posición inconsciente subjetiva masculina y femenina si es que puede existir ese vínculo?
Como psicoanalista, puedo afirmar que la elección sexual depende de muchas cosas: de la historia del sujeto, de sus vicisitudes, de sus experiencias, de su singularidad; y no solamente de su inscripción sexual inconsciente femenina o masculina (ya que esta inscripción no garantiza la conducta sexual). Es importante escuchar la vida de cada persona.